miércoles, 8 de abril de 2015

Una presencia para acompañar a las comunidades vulnerables

Una presencia para acompañar a las comunidades vulnerables
31 de Marzo 2015
Versión en español publicada el: 08 de Abril 2015
Desde hace 13 años, están allí cada día y cada mes del año. Se han convertido en un elemento natural en el caos de la vida en Israel y Palestina. La gente aprecia su presencia, pues proporcionan seguridad y estabilidad. Su única arma: un bolígrafo o una cámara. Observan y escuchan; analizan y transmiten información.
El Programa Ecuménico de Acompañamiento en Palestina e Israel (EAPPI) se puso en marcha en 2002, y contribuye a frenar la violencia y promover el respeto al derecho internacional. La presencia de los actores es una manifestación de solidaridad práctica con los grupos vulnerables, tanto de Palestina como de Israel. El autor viajó a Tierra Santa en marzo de 2015 con una delegación de alto nivel, en representación de las autoridades del Comité Central del CMI.
El EAPPI es la respuesta concreta a un llamamiento de dirigentes eclesiásticos de Jerusalén al CMI en 2002, cuya carta rezaba así: “Respetuosamente, pedimos protección para todas las personas, como ayuda al restablecimiento de la confianza mutua y la seguridad para israelíes y palestinos. Además, hacemos un llamamiento mundial a todos los amantes de la paz, a venir y sumarse en una manifestación por una paz justa”.
El Consejo Mundial de Iglesias hizo suyo ese llamamiento; en colaboración con iglesias locales e iglesias de Europa y los Estados Unidos, creó el programa de acompañamiento, basado en la presencia en el país y en el análisis y la presentación de boletines informativos sobre los acontecimientos en el lugar.
“El programa cuenta con la activa participación de más de 70 iglesias, órganos ecuménicos y ministerios especializados de 22 países de África, Asia, Europa, América del Norte y América Latina. Han participado casi 1.500 acompañantes. En breve recibiremos al 58º grupo”, indica Manuel Quintero Pérez, coordinador del EAPPI en el CMI.
Desde el inicio, las iglesias miembros han dado un respaldo y han mostrado un empeño increíblemente fuertes. Los acompañantes se captan en el plano local; deben tener los 25 años de edad cumplidos, o no haber superado los 70; deben tener experiencia en el trabajo social; y hablar inglés con fluidez. Los acompañantes deben reunir tres requisitos: estar disponible los tres meses de duración del desplazamiento, estar dispuesto a trabajar en equipos internacionales y a vivir en lugares como Hebrón, Jericó o Jerusalén.

Visita de solidaridad a Tierra Santa

Con ocasión de la visita de solidaridad del Consejo Mundial de Iglesias a Tierra Santa en marzo de 2015, nos reunimos individualmente con unos diez acompañantes. En Jericó tiene lugar el encuentro con los dos miembros de uno de los equipos destinados a esa ciudad, un noruego y un sueco. Explican que el día anterior habían recibido un mensaje de texto advirtiendo que el ejército estaba demoliendo viviendas, y que de inmediato se habían desplazado a la zona. Las distancias son largas, y en ocasiones no es fácil llegar. Una vez en el sitio, encuentran a una familia de beduinos con muchos hijos pequeños; se les ha ordenado abandonar la zona y aguardar al rayo del sol y expuestos al calor abrasador sin protección alguna. Ruegan que se les permita llevar a los niños a un lugar sombreado, pero no se les autoriza. Los acompañantes permanecen con la familia, facilitan agua y tratan de hablar con el ejército por el bien de los niños. La vivienda del grupo es demolida con todas las pertenencias, incluidos alimentos, ropa y libros escolares. Los niños van a la escuela que creó en la zona la Organización de las Naciones Unidas; el derecho a asistir a clase está supeditado a la presentación de ese material. Si no hay libros, no hay escuela.
Cuando nos reunimos con la familia al día siguiente, nuevamente con el equipo de acompañamiento, los damnificados saludan con cariño al equipo. De inmediato, comienzan a contarnos lo ocurrido el día anterior. Nos muestran las ruinas de lo que hasta el día anterior era su hogar. Hoy no queda nada.
“Por supuesto que queremos hablar de lo que nos ha pasado. Hablar nos ayuda a asimilar la desgracia que vivimos ayer. Los acompañantes que envía el Consejo Mundial de Iglesias representan una esperanza para el porvenir: alguien se interesa, alguien está allí como apoyo en este lugar del mundo arrasado y hecho jirones”, señala el padre de la familia.
Esta es una entre miles, millones tal vez, de historias de vida. La función de los acompañantes es observar, analizar, y dar a conocer sus vivencias.

Algunos acompañan a escolares; otros, a ancianos

“Antes de desplazarse a Israel y a Palestina, las organizaciones de envío del país de origen preparan a los acompañantes. La comunicación y la promoción son elementos fundamentales de nuestra labor”, indica Quintero.
Uno de los acompañantes al que encontramos nos explica que el trabajo es polifacético y complejo en extremo, pero que la compensación es enorme: recuerdos y amigos para toda la vida.
Cuenta que la jornada laboral comienza entre las seis y las ocho de la mañana, dependiendo del contenido de la agenda. Hay quienes acompañan a escolares que deben cruzar puntos de control, para que puedan llegar a destino a tiempo y sin contratiempos, y sin ser objeto de acoso. Otros se ocupan de acompañar a ancianos al hospital, mientras que otros están presentes en lugares problemáticos en los que hay tensiones entre diferentes grupos, o actúan cuando el ejército demuele viviendas.
“En ocasiones, siento que mi actuación es insuficiente. Hay muchos aspectos prácticos de los que ocuparse, y todo es excesivamente lento. Algunas veces, un cruce en un punto de control puede tardar cinco horas. Siento la profunda responsabilidad de estar en el lugar. Sé que mi presencia significa mucho para los palestinos de la aldea.”
Subraya su sentimiento de culpa por no tener tiempo de enviar los boletines según lo previsto.
“Siempre doy absoluta prioridad a las citas con la gente. En cuatro semanas volveré a casa; antes, procuraré ponerme al día con los boletines. Espero poder ir por ahí y hablar de lo que he vivido en este lugar.”
El acompañante continúa su relato: “Esta experiencia ha cambiado mi vida para siempre. No soy el mismo que cuando llegué. Ahora tengo una nueva perspectiva de la vida. He presenciado tanta maldad… Algunas veces me siento impotente y abatido; es entonces cuando mis colegas del equipo internacional son invalorables. Juntos podemos procesar nuestras impresiones, infundirnos valor y no abandonar ni perder la esperanza de una paz justa.”
Los acompañantes nos muestran el muro de nueve metros de altura que divide la zona y dificulta el transporte entre distintos lugares. Hay momentos en que los diversos puntos de control cierran por completo, y para poder cruzar hay que desplazarse distancias largas. Los acompañantes cuentan el caso de una mujer que necesitaba tratamiento médico urgente, y que no cruzó el muro por el lugar indicado. Se vio obligada a tomar un desvío, y el esfuerzo la venció. Falleció antes de llegar al hospital.

Su presencia es una expresión de solidaridad práctica

Han pasado 13 años desde que los líderes eclesiásticos escribieron la carta al Consejo Mundial de Iglesias solicitando una presencia de fines prácticos. Uno de los promotores fue el obispo luterano.
“La presencia de los acompañantes en la zona significa muchísimo para las personas en situación de vulnerabilidad. Dan seguridad e infunden confianza en que hay alguien que se interesa”, dice el Dr. Munib Younan, Obispo de la Iglesia Luterana en Tierra Santa y Jordania.
En opinión de la Rvda. Dra. Isabel Apawo Phiri, Secretaria General Adjunta del CMI para el Testimonio Público y la Diaconía, el programa de acompañamiento es esencial para permitir expresarse a quienes no pueden hacerse oír.
“El programa de acompañamiento es una forma relativamente nueva de ejercer la promoción, en parte, mediante una presencia concreta y práctica, y en parte, mediante los análisis personales e informes permanentes enmarcados en el programa mundial. Pero por sobre todo, cada acompañante se encarga de elaborar boletines, utilizar blogs y “twits”, y utilizar los medio sociales para divulgar sus vivencias. De este modo, a través de los diversos acompañantes, los diferentes países pueden realizar un seguimiento de la información procedente de quien han enviado a la zona.”
Phiri indica que, gracias al programa de acompañamiento, las iglesias miembros asumen la responsabilidad conjunta de trabajar por una paz justa y sostenible en la zona. Evidentemente, las actividades del programa no bastan por sí solas, sino que complementan los debates con los representantes gubernamentales, entre los dirigentes religiosos y con las Naciones Unidas.
El Consejo Mundial de Iglesias realiza una amplia labor en la región, en colaboración con los dirigentes eclesiásticos y el Consejo de Iglesias de Oriente Medio.
Marianne Ejdersten, Directora del Departamento de Comunicación del CMI

Fuente: Consejo Mundial de Iglesas
Edición: Gabinete de Comunicación Iglesia Anglicana de España (IERE)

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