viernes, 14 de junio de 2013

El Arzobispo de Canterbury, Primado de la Comunión Anglicana y de la Iglesia de Inglaterra Justin Welby visita al Obispo de Roma Francisco


Encuentro entre el arzobispo Justin y el papa Francisco. Foto: Lambeth Palace.
El arzobispo de Canterbury y el papa afirmaron los lazos de «amistad» y «amor» entre la Comunión Anglicana y la Iglesia Católica Romana durante su primer encuentro, la mañana del 14 de junio, en Roma. Los dos líderes estuvieron de acuerdo en que los frutos de este diálogo y relación tienen potencial para vigorizar a los cristianos de todo el mundo y demostrar el amor de Cristo. 

El primado de la Comunión Anglicana y el obispo de Roma fueron concordes al expresar la necesidad de construir un sistema económico que promueva «el bien común» para ayudar a quellos que sufren la pobreza.

En este sentido, el arzobispo Justin dijo que los cristianos deben reflejar «el amor auto donado de Cristo» ofreciendo amor y hospitalidad a los pobres, así como a «todos aquellos dejados a un lado» por causa de la crisis mundial actual. Por su parte, el papa aseguró que los más pequeños en la sociedad «no deben ser abandonados a las leyes de una economía que parece, en ocasiones, tratar a las personas como meros consumidores». 


Arzobispo Justin reunión Papa Francis

Ambos estuvieron de acuerdo también en la necesidad de que los cristianos actúen como pacificadores por todo el mundo, algo que, reconocieron, sólo puede hacerse si los cristianos «viven y trabajan juntos en armonía», tal como señaló el papa. El arzobispo Justin, que en su formación ha sido muy influido por la doctrina social católica y tiene la intención de sanar las divisiones en la iglesia y la sociedad como parte de su ministerio, dijo al papa: «oro para que la cercanía del inicio de nuestros respectivos ministerios pueda servir a la reconciliación del mundo y de la Iglesia».

«Hermanos y hermanas»
El papa, para quien la cercanía de ambas inauguraciones representa «una razón particula para apoyarnos el uno al otro con la oración», afirmó que el presente encuentro ha sido una oportunidad para recordar que la búsqueda de la unidad entre los cristianos no está motivada por consideraciones prácticas, sino por Cristo, «quien nos ha hecho hermanos y hermanas, hijos de un solo Padre».

El arzobispo, que estuvo acompañado por su esposa, Caroline, visitó la tumba de San Pedro, bajo la basílica vaticana, antes de rezar ante la tumba del papa Juan Pablo II. Él estaba también acompañado por el arzobispo de Westminster, Vincent Nichols, y el arzobispo David Moxon, representante del primado anglicano ante la Santa Sede.

Antes del encuentro con el papa en el Palacio Apostólico, el arzobispo Justin se reunió con el cardenal  Kurt Koch, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos. Después de una entrevista privada con el pontífice, ambos pronunciaron una alocución pública y asistieron juntos al oficio religioso del mediodía.

Camino de acercamiento
En su intervención ante el papa, el arzobispo recordó con gratitud el trabajo de los papas y arzobispos de Canterbury durante los últimos cincuenta años, que consiguieron llevar a la Comunión Anglicana y a la Iglesia Católica Romana más cerca una de la otra. Asimismo, al rememorar la visita del arzobispo Michael Ramsey al papa Pablo VI, en 1996, el primado anglicano dijo al papa Francisco: «llego a un lugar en el que me siento en casa».

Y continuó: «con nuestros hermanos obispos, debemos expresar nuestra unidad en la fe a través de la oración y la evangelización, pues sólo si el mundo ve a los cristianos crecer en la unidad va a aceptar a través de nosotros el mensaje divino de la paz y la reconciliación».

Tanto el arzobispo como el papa reconocieron que las diferencias entre católicos y anglicanos han causado dolor en el pasado y podrían presentar desafíos en el futuro. Sin embargo, el arzobispo aseguró que una sólida base de amistad «nos permitirá tener esperanzas al hablar uno al otro acerca de esas diferencias». A su vez, el papa destacó que las últimas décadas han estado marcadas por «un camino de acercamiento y fraternidad». 

«Debemos amar a aquellos que se nos oponen y, sobre todo, a aquellos –incluso naciones enteras– a quienes la crisis actual ha arrojado a un lado. Ahora mismo, mientras hablamos, nuestros hermanos y hermanas en Cristo sufren terriblemente por la violencia, la opresión y la guerra, el mal gobierno y los sistemas económicos injustos. Si no somos nosotros sus defensores en el nombre de Cristo, ¿quién lo será?», concluyó el arzobispo.




La intervención del Arzobispo de Canterbury:

Apostolic Palace, Vatican City, 14 June 2013
Your Holiness,
Dear Friends:
I am full of love and gratitude to be here.  In the last few days we have been remembering the death of Blessed Pope John XXIII in the midst of the Second Vatican Council.  At the Requiem said at Lambeth Palace fifty years ago this weekend by Archbishop Michael Ramsey, my much-loved predecessor said of him:  ‘Pope John has shown us again the power of being, by being a man who touches human hearts with charity.  So there has come to many a new longing for the unity of all Christians, and a new knowledge that however long the road may be, charity already makes all the difference to it.’
Having for many years found inspiration in the great corpus of Catholic social teaching, and worked on its implications with Catholic groups;  having spent retreats in new orders of the Church in France, and being accompanied by the Prior of another new order;  I do indeed feel that I am (in the words of Pope Paul VI to Archbishop Michael) coming to a place where I can feel myself at home.
Your Holiness, we are called by the Holy Spirit of God, through our fraternal love, to continue the work that has been the precious gift to popes and archbishops of Canterbury for these past fifty years, and of which this famous ring is the enduring token.  I pray that the nearness of our two inaugurations may serve the reconciliation of the world and the Church.
As you have stressed, we must promote the fruits of our dialogue;  and, with our fellow bishops, we must give expression to our unity in faith through prayer and evangelisation.  It is only as the world sees Christians growing visibly in unity that it will accept through us the divine message of peace and reconciliation.
However, the journey is testing and we cannot be unaware that differences exist about how we bring the Christian faith to bear on the challenges thrown up by modern society.  But our ‘goal is great enough to justify the effort of the journey’ (Benedict XVI, Spe salvi 1), and we can trust in the prayer of Christ, ‘ut omnes unum sint’ (Jn 17.21).  A firm foundation of friendship will enable us to be hopeful in speaking to one another about those differences, to bear one another’s burdens, and to be open to sharing the discernment of a way forward that is faithful to the mind of Christ pressed upon us as disciples.
That way forward must reflect the self-giving love of Christ, our bearing of his Cross, and our dying to ourselves so as to live with Christ, which will show itself in hospitality and love for the poor.  We must love those who seek to oppose us, and love above all those tossed aside—even whole nations—by the present crises around the world.  Also, even as we speak, our brothers and sisters in Christ suffer terribly from violence, oppression and war, from bad government and unjust economic systems.  If we are not their advocates in the name of Christ, who will be?
Your Holiness, dear brother, I assure you of the love, respect and prayer of the bishops, clergy and people of the Anglican Communion.
Nota: La complejidad del texto y la necesidad de no alterar su significado nos impide hacer la traducción del mismo; no obstante tienen ustedes un resumen en el marco de la noticia ofrecida en español. Gracias por vuestra comprensión.

Fuente: ACNS, Anglican Communion News Service
Edición: Gabinete de Comunicación Iglesia Anglicana de España (IERE)

1 comentario:

  1. "No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado." (Ev. Jn. XVII, 20-21). ¡Amén!

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